sábado, 26 de abril de 2014

LA RESOCIALIZACIÓN. TEMA 17.

Ya que nuestros modelos generales de acción y muchas de las pautas concretas que seguimos son aprendidos, no es extraño pensar que los comportamientos desviados tengan buena parte de su origen en socializaciones deficientes o diferenciales. En este sentido, la conducta criminal sería una conducta aprendida según los mecanismos de la socialización y a través de los mismos agentes: familia, compañías, vecindario, medios de comunicación, etc.
Incluso agencias formales como la escuela contribuirían con sus defectos al favorecimiento de tales comportamientos al entrar en contradicción sus mensajes con la realidad cotidiana o al favorecer, en la práctica, unos modelos culturales en detrimento de otros.
De hecho, las teorías sociológicas de la delincuencia, sin dejar de reconocer los aspectos biológicos y psicológicos, entienden lo sociocultural como un conjunto de factores central en la explicación de la desviación, ligando el comportamiento individual al entorno social en que se desenvuelve y atribuyendo un enorme potencial explicativo de la acción al ambiente. En cualquier caso, una interpretación puramente social del hecho desviado sería insuficiente.
Como hemos apuntado los estilos de paternidad influyen notablemente en las pautas de acción individuales, estudios realizados sobre familias psicológicamente inestables demuestran cómo los hijos tienden a mantener esta tendencia. Esto es, cuando las instituciones socializadoras no están suficientemente presentes en la vida de los individuos o no cumplen eficazmente sus cometidos, las personas socializadas en ellas observarán una mayor tendencia a desviarse de los cánones generales de conducta al no haberlos interiorizado suficientemente.
La socialización deficiente forma a menudo parte de la explicación que los propios delincuentes ofrecen de las causas de su comportamiento. El término de socialización diferencial, con él nos referiremos al hecho de que los grupos que socializan lo hacen de forma distinta según sus específicas configuraciones socioculturales. Un niño puede estar bien socializado en la cultura gitana y realizar acciones entendidas como desviadas para la cultura paya. Los estudios sobre inmigración a menudo hacen hincapié en este aspecto, para destacar el choque cultural y cómo lo que en ocasiones se entiende como desviación no es más que diversidad.
En determinados ambientes culturales imperan códigos que valoran determinadas actitudes y comportamientos.
A veces da la sensación de que la socialización se convierte en un camino de sentido único, pero esto no tiene que ser así necesariamente, cabe la posibilidad del cambio, lo que comúnmente se denomina resocialización, que supone la ruptura con valores y modelos de acción previamente aceptados, que son sustituidos por otros de signo distinto e incluso opuesto. La resocialización suele tener lugar en Instituciones totales como centros penitenciarios o de salud mental, donde los individuos son sometidos a una férrea disciplina y separados del mundo exterior.
Que el ambiente promueve el cambio es algo que todos sabemos, aunque la elección es individual:
Otra cuestión relevante de la socialización es el Ciclo Vital, la vida está dividida socialmente en tramos que, en principio, se corresponden con etapas del desarrollo biológico, la construcción social de estos tramos significa que existen reglas institucionalizadas que definen el comportamiento apropiado para cada edad. Esto, como sabemos, ha variado en alguna medida, adoptándose en tramos juveniles comportamientos casi adultos -efecto en muchas ocasiones de la socialización anticipada de los medios de comunicación- y normalizándose comportamientos claramente juveniles en los adultos, como la tendencia actual a parecer siempre joven.
Es un hecho comprobado que el ciclo vital y las expectativas asociadas a cada tramo de edad inciden en la delincuencia: a medida que los individuos superan las etapas de juventud sus conductas tienden a sujetarse a las convenciones sociales, esto es especialmente visible respecto de aquellos delitos que alteran en mayor medida la convivencia, suponen un mayor estigma e implican un mayor esfuerzo físico (por razones obvias).

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